Dalbe, observa cuidadosamente. Una hoja en la complejidad de una planta, ésta no cambia su condición ni su entidad. La mosca blanca crea allí su ciudad, ambas tienen fines diferentes, metas y resultados. Sin embargo no interfieren; crean un mundo entre las dos sin abandonar la propia existencia y subsistencia.
El mayor problema de la convivencia o de las relaciones es que los demás no se comportan exactamente como nosotros deseamos o queremos.
Tú mismo lo has visto, discusiones y controversias constantes. Dicen que el amor o los sentimientos elevados facilitan la comunicación, evidentemente es más fácil comprender la esencia de los demás si se los quiere o aprecia, pero eso no es suficiente.
¿Por qué?
Porque en definitiva todo se va gastando y cuanto más lo hace más débil es nuestra tela y se rompe con más facilidad.
Entonces…
Hay un camino para intentar salvar los desacuerdos, las diferencias.
¿Cuál es?
Hacer lo que realmente deseas o tratar de conseguirlo abandonando por completo la vigilancia obsesiva sobre qué opinan los demás y sus actos al respecto, hecho que nos lleva a empecinarnos contra sus ideas o comportamiento.
¿Qué se logra con esto?
Que siendo consecuente, dispuesto y atento a nuestro quehacer, los demás no se sentirán violentos y viéndonos actuar terminan por adaptarse o acostumbrarse a nuestros deseos. Sin someter los comportamientos permanecen las esencias fundamentales combinándose entre sí.
Cada flor se desarrolla según un plan, es ella no las otras, ninguna se obliga a ser lo que no es o a imitar y todas en su propia elaboración van creando un jardín.




