El fuego proporciona calor, luz, una belleza sencilla y
arde con una intesidad cautivadora. Pero el fuego no es nada si no existe
material combustible ya que depende de ello para tomar su forma.
Nosotros, los seres humanos, necesitamos los elementos
externos para nuestra supervivencia natural, pero existe otra dimensión que nos
incita a una pasión por la vida y que es una conexión con el resto de la
creación.
Al igual que el oxígeno le da al fuego una intensidad
adicional sin el cual se apaga, el alimento espiritual produce el mismo
fenómeno.
El hecho de aferrarnos a los principios fundamentales nos
proporciona para vivir una existencia alegre y satisfactoria que nos permite
enfrentarnos a las dificultades y obtener independencia.
Hay que continuar con ardor, con todo aquello noble y
hermoso que nace de la actividad humana, de la naturaleza, del trabajo.
Se trata de una invitación a la actividad más fecunda en
estas dos direcciones: el mundo, el prójimo y hacia el interior: el alma.
No pueden separarse una cosa de la otra porque nuestras
acciones si no parten de una base interior profunda y sólida son frágiles y
estériles, efímeras como las estrellas fugaces.
Por eso cuando nos preguntamos si esta o aquella
situación se resolverá con éxito, la respuesta ya está en nuestro interior.
De ahí que sea beneficioso ser constante y correcto, eso
siempre lleva al éxito y la libertad en los proyectos que se emprenden, aunque
te comportes con la mansedumbre de una vaca, todo es propicio.