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martes, 8 de mayo de 2012

Ante la crisis


El fuego proporciona calor, luz, una belleza sencilla y arde con una intesidad cautivadora. Pero el fuego no es nada si no existe material combustible ya que depende de ello para tomar su forma.

Nosotros, los seres humanos, necesitamos los elementos externos para nuestra supervivencia natural, pero existe otra dimensión que nos incita a una pasión por la vida y que es una conexión con el resto de la creación.

Al igual que el oxígeno le da al fuego una intensidad adicional sin el cual se apaga, el alimento espiritual produce el mismo fenómeno.

El hecho de aferrarnos a los principios fundamentales nos proporciona para vivir una existencia alegre y satisfactoria que nos permite enfrentarnos a las dificultades y obtener independencia.

Hay que continuar con ardor, con todo aquello noble y hermoso que nace de la actividad humana, de la naturaleza, del trabajo.

Se trata de una invitación a la actividad más fecunda en estas dos direcciones: el mundo, el prójimo y hacia el interior: el alma.

No pueden separarse una cosa de la otra porque nuestras acciones si no parten de una base interior profunda y sólida son frágiles y estériles, efímeras como las estrellas fugaces.

Por eso cuando nos preguntamos si esta o aquella situación se resolverá con éxito, la respuesta ya está en nuestro interior.

De ahí que sea beneficioso ser constante y correcto, eso siempre lleva al éxito y la libertad en los proyectos que se emprenden, aunque te comportes con la mansedumbre de una vaca, todo es propicio.